Bodas de Plata del Hno Darío

Este Domingo 03 de Marzo celebramos los 25 años de Vida Consagrada del Hno Darío Sanfilippo. En la Misa de Acción de gracias, renovó su Sí al Señor.

La familia CPCR da gracias al Señor por su testimonio de amor a Dios y a los hermanos en el servicio escondido.

A continuación, compartimos su Testimonio vocacional.



“Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios.”

Fui al catecismo de comunión y de confirmación, al Hogar del Barrio, del Padre Pesano. Allí pude leer un poster con una frase de Tagore que decía:

“Soñé que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría”

¡Gracias, Señor, por invitarme, desde siempre, a vivir a tu servicio y así encontrar la felicidad!

El padre Pesano nos decía a nosotros “veraneantes”, porque solamente íbamos a misa durante el curso del catecismo, y en las vacaciones dejábamos de ir.

En el año 1987, el Papa Juan Pablo II vino a Rosario, el recuerdo de esa visita quedó profundamente grabado en mi memoria. Estábamos esperando que pasara con el Papamóvil por calle Pellegrini, dirigiéndose hacia el Monumento a la Bandera. Apenas lo alcancé a ver, sentí una alegría inmensa, observé que su rostro resplandecía, y al verlo me pareció reconocer en él un parecido con el rostro de mi abuelo, que había fallecido algunos años atrás, y a quien yo recordaba con mucho cariño, porque él solía decirme que yo era su regalo de cumpleaños.

Poco tiempo más tarde, un joven de la Parroquia de Lourdes, me invitó a participar en una noche heroica, de la Vigilia de Pentecostés. Entonces me integré al grupo de jóvenes de la Acción Católica en esa parroquia. Allí conocí a otros jóvenes que venían de otras localidades para estudiar en Rosario, y que vivían en residencias de universitarios, una de ellas era el Hogar Universitario “San Miguel Arcángel” (HUSMA) y otra era CoCrey (Comunidad de Creyentes), esta última pertenece a los Cooperadores.

Lucio, uno de los jóvenes del HUSMA, una tarde me invitó a la primera reunión, allí mismo, del CEU (Comunidad Eclesial Universitaria). La que, más recientemente, pasaría a llamarse CUV (Comunidades Universitarias Valletianas).

Pronto nos seguiríamos reuniendo en el Centro Pastoral Padre Vallet. Allí conocí al Padre Hugo Massimino, recién llegado de estudiar su licencia en Europa. Comencé a conversar con él, y le comenté que sentía que el Señor me estaba pidiendo algo más.

Otro joven del CEU, que procedía de una localidad del sur de la provincia de Misiones, llamada Apóstoles, me invitó a visitarlo a su casa en el mes de Enero de 1990. Y estando allí, me propuso ir, haciendo dedo, a conocer las Cataratas del Iguazú. Y nos pusimos en camino, gracias a la bondad de varios camioneros que nos fueron acercando por tramos. El primer día llegamos hasta San Ignacio, allí visitamos las Ruinas Jesuíticas, y mi amigo me pregunta: ¿Y si nos hacemos jesuitas? … Luego de tres días, llegamos a las Cataratas. Al contemplar tanta belleza de la creación, y al conocer el nombre que le habían puesto al salto más grande (la “Garganta del Diablo”) yo sentí que estaba en desacuerdo con ese nombre, ya que todo lo que yo veía allí tenía un solo autor, que es Dios, y nadie más.

El Padre Hugo me invitó a hacer un Retiro de Hombres en la Casa de Fátima, y entonces, en Junio de 1990, hice mi primer retiro allí, predicado por el padre Claudio Rathelot y el padre Pedro Luisier. Fue muy grande el impacto que este retiro dejó en mi corazón. El padre Claudio nos presentó la vida del Padre Maximiliano Kolbe y la del Padre Pío. Pude apreciar la belleza de entregar totalmente la vida al Señor.

Junto con otros jóvenes del CEU, hacíamos apostolado en una villa muy pobre, que pertenecía a María Reina. Y una tarde, en octubre de 1990, saliendo de allí tuve un accidente, un coche me atropelló. Salté por encima del auto y observé el color celeste del cielo, que me recordaba al manto de la Virgen, así que pensé en el Señor y en la Virgen María. No me hice mucho daño, fuera de una pequeña fisura en la pierna izquierda, que se sanó con un mes de yeso. Esto me decidió a no esperar más en dar una respuesta al Señor, que me llamaba.

Entonces el Padre Hugo, me invitó a hacer en Enero de 1991, un Encuentro de Discernimiento Vocacional en el Centro Juvenil Nazaret. Nos presentaron todas las vocaciones, y así, en la oración y el discernimiento, pude descubrir que el Señor me llamaba a ser Hermano Cooperador Parroquial de Cristo Rey.

Era mi deseo entregar la vida totalmente al Señor, en este Carisma CPCR, cooperando a la evangelización del hombre adulto.

No puedo dejar de dar gracias al Señor, por los padres y hermanos que me han ayudado a caminar en esta Congregación, particularmente por el Padre Planas, el Padre Francisco y el Padre Cristian, que nos precedieron y ahora ya están junto a Él.

“Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios.”

Amén.

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